lunes, 12 de octubre de 2009

John Byron y el naufragio del Wager



El texto relata las desgracias de los ingleses que naufragaron el 14 de mayo de 1741, en la parte norte de las islas Guayanecos. En el relato de John Byron, abuelo del poeta, se describen las penurias que los sobrevivientes del Wager pasaron hasta ser rescatados por indios (¿chonos?, ¿alakalufes?). Finalmente, arribaron a la isla de Chiloé y de allí al continente en donde vivieron alrededor de dos años hasta que finalmente se embarcaron rumbo a Europa nuevamente.

En el relato, se pueden observar algunas de las representaciones típicas que irán formando la gran imagen de Latinoamérica y los americanos como seres primitivos, jóvenes, inmorales, y, sobre todo, la imagen de la tierra desierta y vacía. Para el caso de Argentina, el “desierto” que debe ser conquistado, civilizado, poblado. Dice Byron: “estensa i desierta porcion de territorio entre la desembocadura sur del Estrecho de Magallanes I la capital de Chile: territorio que difícilmente puede compararse con parte alguna del mundo, que no produce frutos ni granos, ni raíces siquiera para el sustento del hombre; i lo que es mas raro todavía, hasta el mismo mar, que en tantas costas estériles proporciona abundante productos, en esta tempestuosa e inhospitalaria costa es casi tan estéril como el litoral”
Anticipando las reflexiones de Darwin sobre los primitivos y la Patagonia, Byron pone en relación la aridez del clima con una cultura que, entonces, no puede ser menos rústica”. Los indios con los que se cruza la expedición (que le salvarán la vida, curiosamente) se encuentran en un estado de primitivismo acorde a la naturaleza vacía y salvaje que los rodea. Los hombres, la cultura y el orden social, somos el espejo de la naturaleza que nos rodea y viceversa, es decir, la naturaleza también se corresponde con la cultura que la trabaja: “[un país incapaz] de producir ni de ser cultivado […] Lo mismo se puede decir de sus habitantes, de sus costumbres, relijion e idioma. ¿Qué otros frutos podría cosechar un europeo de una relación más íntima con ellos que los que encontrará en las siguientes observaciones accidentales? Hemos conocido el punto mas ingrato de todo el globo terrestre, i como tal tratamos de describirlo i darlo a conocer”



Y más adelante: “bien consideradas las cosas, nuestra condición mejoraba mui poco con el cambio. Adonde quiera que mirásemos, solo se nos presentaba una escena de horror: de una parte, los restos de la nave, donde había quedado todo lo con que contábamos en el mundo para nuestro sosten i subsistencia, junto con un mar tempestuoso, nos ofrecían la mas lastimosa perspectiva; de la otra, la tierra no presentaba una apariencia mas favorable: desolada i estéril, sin señales de cultivo, no podías esperar de ella otros beneficios que el refujio que nos ofrecía contra el mar”



De la nada, un grupo de indios aparece en el campamento de los náufragos. Los indios armar eficientemente sus chozas y traen comida. Los ingleses no tardan en reconocer que sin la ayuda de estos primitivos perecerán prontamente. Los indios encuentran comida allí donde ellos sólo ven desierto, y lo que resulta un mar inmanejable para los náufragos, es dominado por las frágiles canoas indígenas.
En el campamento, los ingleses no tardarán tampoco de reproducir el mismo gesto que tanto españoles, portugueses o ingleses vienen repitiendo desde 1492: frente a la ayuda (regalos de comida, de objetos preciosos, de refugio, como en este caso) la agresión: el rapto, el robo, el maltrato, la vejación.




Byron cuenta cómo un grupo de indios había llegado para quedarse con ellos, indios que les traían alimentos y armaban las chozas. Sin embargo, los ingleses comenzaron a acosar a las mujeres, lo que provoca que los indios se vayan: “i nos habrían prestado un gran servicio, de que necesitábamos para nuestro sustento porque éramos mas o menos unos cien individuos, si los hubiésemos tratado como debíamos; pero los hombres que se hallaban ahora bajo poca o ninguna vigilancia, trataron de seducirles sus mujeres, lo que ofendió de tal manera a los indios que en poco tiempo hallaron modo de marcharse llevándose todo consigo”
Los indios no tardan en darse cuenta que los náufragos no son extranjeros de paso. Además, claramente no respetan las normas básicas de la convivencia: respeto, bienes comunes, reciprocidad. Los indios abandonan periódicamente a los ingleses para seguir con su vida. Byron, que como dijimos ya anticipa a Darwin, reflexiona: “vino a halagarnos de nuevo la presencia de nuestros amigos los indígenas, de quienes pensábamos se podía esperar algún alivio; pero, poco beneficio reportamos de su estadía, que fue mui corta, porque como era la necesidad la que los llevaba, solo compartían entre ellos sus recursos”. Los hombres primitivos viven como los animales: en el mundo de la inmediatez, movidos por la necesidad natural de la que todavía no han podido levantarse. Los indígenas americanos viven así en un estadio primitivo definido por la relación de inmediatez con la naturaleza. Una cultura que sólo vive para sus necesidades naturales es lógico que no pueda desarrollar las instituciones de la civilización, que tenga pensamiento, que no haga descubrimientos tecnológicos, y todo aquello que el europeo piensa como sinónimo de humanidad.
Se trata así de la tradicional imagen, que el evolucionismo de Morgan y Tylor, los propios libros de Darwin y el evolucionismo social de Spencer, ayudarán a definir: los otros son primitivos, y lo que nos permite afirmar esto es que viven en el reino de la necesidad, en una “economía de subsistencia” se dirá más adelante. Los indios no pueden hacer otra cosa que trabajar, tan precaria es su sociedad (para ver algo en una línea contraria a esta concepción hegemónica de las sociedades primitivas, consultar la obra de Sahlins sobre la Edad de Piedra, y la obra de Clastres en general).
Si económicamente viven en la subsistencia, y si la tierra está desierta y vacía, también vacía esta la cultura y los hombres. El desierto patagónico, la soledad de las islas de extremo sur, sólo puede reflejarse en hombres igualmente solos y vacíos. Sin teorización alguna, Byron dice algo sobre el hombre primitivo: se trata de un hombre vacío de humanidad, en un punto de cero de la larga carrera civilizatoria. A la ausencia de descubrimientos tecnológicos, a la ausencia de verdaderas creencias religiosas (recordemos otra constante en los cronistas: los indios son pueblos “sin fe, sin rey y sin ley”), le corresponde también ausencia de sentimientos propiamente humanos, es decir, morales. Los indios son así inmorales por salvajes, por desconocimiento, por primitivismo; lo que no quita que no sean perfectibles, que no deban ser educados o conducidos hacia la civilización y la moralidad.
Este vacío, entonces, los condena a ser seres malvados y despreciables. Para un inglés del XVIII, el primitivo hace mucho que dejó de ser un hombre puro sin mancha que todavía no había sido expulsado del paraíso. Sólo el romántico-ilustrado de Rousseau seguirá creyendo en la bondad de la naturaleza humana. Dice Byron: “i los indios se habían manifestado tan poco afectados por ningún movimiento compasivo, que no podíamos fundar ninguna esperanza sobre esta clase de impresiones en ellos”. Vacíos de espíritu, los indios no tienen problema en dejarlos abandonados. Probablemente, los ingleses estuvieran siendo castigados por una ironía del destino: los indios también suelen caer en concepciones etnocéntricas: a nadie se le ocurre que un hombre o una mujer no puedan salir a pescar y proveerse por sí solos de comida. Lo que para unos era abandono a la muerte, para otros no era otra cosa que dejarlos solos para vivan autónomamente.
Este hombre inmoral, definido metafísicamente, como un ser de-terminado y homogéneo, será entonces todo inmoral. Se trata de un pensamiento común para la filosofía europea occidental: los hombres somos seres únicos, definidos de una única manera, en forma completa y total: la persona, como pretendía Sócrates, no es sólo una colección de virtudes o vicios, sino que existe algo que le da unidad: en el caso de Sócrates, el alma. Aquí se trata de lo mismo: las personas deben ser entendidas como unidades homogéneas definidas como totalidad, de tal forma, que si por algún lado observamos el vicio, será toda la naturaleza de ese individuo viciosa. Esta necesidad de unidad esencial para un individuo vale, desde luego, para las culturas y para las razas. Las culturas son o bien salvajes o bien civilizadas: y como dirá Darwin en el Origen del Hombre: aquellos individuos que no responden al patrón hegemónico, son como coletazos del pasado superado, ovejas negras que vuelven del pasado y que, por lo tanto, habrá que dejar a un lado.
De esta concepción, que está presente desde Colón en los juicios sobre los indios y sobre las culturas en general, se desprende entonces que si ya los habían abandonado una vez, todo era esperable de estos salvajes: “El robar a los extranjeros es un talento mui recomendable entre los salvajes en general, i revela una destreza que ellos admiran bastante, por mas que entre sí observen la mas estricta honradez respecto a la propiedad de cada cual. Nuestras viviendas, había sido, pues, saqueadas, aparte de que los que se embarcaron en la lancha habían tenido buen cuidado de apropiarse del artículo de mas valor, o sea, algunas piezas de jénero, que transformaron en pantalones i capas”





Finalmente, y guiados por unos indios chonos, los pocos sobrevivientes, lograron llegar a una dependencia española de donde pudieron, con el tiempo, regresar a las comodidades de la civilización.

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